Artículo publicado en la revista Ideele , edición julio 2009
Se han convertido en mercenarios e insurrectos errantes
Benedicto Jiménez/ General PNP (r)
Los lineamientos estratégicos del Plan VRAE para los valles de los ríos Apurímac y Ene, expuesto por el premier, Yehude Simon, ante el Congreso de la República, basado en tres ejes o guías centrales (desarrollo socioeconómico, seguridad y legalidad, participación y comunicación), han dejado en el ambiente la percepción de que es un Plan que tiene más cáscara que grano.
El modelo es ideal pero, al parecer, no está en consonancia con la situación fáctica y no responde a preguntas claves de toda estrategia.
Estas omisiones son comprensibles, porque muchos estrategas, al formular un plan, cometen el error de no tomar en cuenta el tiempo (ya no estamos en las décadas de 1980 o 1990); el lugar (no es igual luchar en la ciudad que en el campo o en la selva); el contexto (estamos entrando a una etapa de recesión grave que agudizará las contradicciones y puede servir para el ascenso inevitable de estas fracciones de Sendero Luminoso que actúan tanto en el VRAE como en el Huallaga); y los personajes (no es igual diseñar una estrategia para luchar contra los dirigentes y cuadros del VRAE que otra para combatir a los del Huallaga y los que dirigen la fracción de Solución Política).
El Premier dio a conocer que para el equipamiento de las fuerzas del orden se contaba para este año con 136 millones de nuevos soles, a los que se sumaron 50 millones más con la finalidad de desarrollar inteligencia operativa, implementar bases antisubversivas, mejorar el sistema de comunicaciones, instalar una estación naval en Pichari, y que el presupuesto adicional sería destinado para el equipamiento individual de los combatientes y disponer de mayores horas de vuelo. En cuanto al sector Interior, éste contará con 116 millones de nuevos soles para infraestructura, equipamiento, adquisición de bienes, servicios y potenciación del Frente Policial del VRAE.
Aun así, el Plan adolece de algo fundamental: no parte de resolver preguntas claves que se dan en toda estrategia: ¿Quién es el enemigo principal y quién el enemigo secundario? ¿Quiénes son nuestros amigos? ¿Quiénes deben combatirlos: Ejército, Policía o fuerzas combinadas? ¿Cómo combatirlos? ¿Cómo alcanzar el punto de quiebre en la lucha? En el VRAE, ¿el enemigo principal es el terrorismo o el narcotráfico?
Muchos prefieren ser cautos al responder esta pregunta, porque si se dice que es el narcotráfico, entonces estás a favor de la estrategia estadounidense de acabar con el narcotráfico o el ‘narcoterrorismo’ (término que en realidad es un híbrido jurídico que no tiene sustento fáctico y constituye una invención de los norteamericanos que buscan justificar su presencia y lucha contra el narcoterrorismo en cualquier país). Y si se responde que el enemigo principal es el terrorismo, entonces se puede perder la visión estratégica de la lucha, porque si existe o crece el terrorismo en el VRAE es por la convivencia y el apoyo logístico que recibe del narcotráfico, principalmente a través de los cupos o “impuestos de guerra”, como eufemísticamente llama el camarada Martín al dinero que reciben de los narcotraficantes.
Algunos prefieren respuestas más políticas, como el presidente de la república, doctor Alan García Pérez, que dijo en una oportunidad: “Los que ejercen la violencia son narcotraficantes disfrazados de terroristas políticos”, y en consecuencia solicitó al mandatario mexicano que envíe al Perú a policías antinarcóticos para luchar contra los cárteles de la droga en nuestro territorio, porque lo peor que puede ocurrirle a nuestro país es pasar de la influencia colombiana a la mexicana.
La respuesta a esta pregunta cae por su propio peso. Veamos. En el VRAE se conjuga una trilogía: narcotráfico, terrorismo y pobreza. La mayoría de la población, ante la presencia de una economía ilegal, vive de las ganancias del narcotráfico, existiendo lo que se conoce como la “conspiración del silencio” (“no sé nada, no vi nada”). Hay también un movimiento cocalero organizado, el Estado brilla por su ausencia y las poblaciones están inmersas en creciente pobreza y una cultura de la violencia y la corrupción.
Las imágenes transmitidas por el programa Punto Final del canal 2 nos permiten ver que el terrorismo que actúa en el VRAE cuenta con suficiente logística, estructura orgánica, experiencia en la lucha y apoyo de la población (una población cuya economía gira en un 70% en torno al cultivo ilegal de coca, el narcotráfico, el contrabando de madera y el tráfico de insumos químicos), pero cuya supervivencia está en función del apoyo que reciben del narcotráfico.
Entonces, desde mi modesto punto de vista, el enemigo principal es el narcotráfico, y el enemigo secundario, el terrorismo a secas.
Determinado esto, cabe la siguiente pregunta: ¿Cómo lograr el punto de quiebre estratégico en la lucha?
El punto de quiebre en una lucha se presenta cuando de pronto el viento cambia de giro y la situación se hace favorable para uno de los bandos en cualquier contienda.
Es lo que se conoce como “victoria”, aunque sea una victoria militar o pírrica, pero victoria al final, porque la experiencia enseña que cuando se lucha contra el terrorismo subversivo, la victoria total es militar, ideológica y política.
En cambio, en la lucha contra el narcotráfico el término “victoria” no tiene estos matices. Es militar o policial, y punto, porque los narcotraficantes carecen de sustento ideológico o político.
Pocos logran el punto de quiebre estratégico. En nuestro país se presentó después del 12 de septiembre de 1992, cuando se capturó al líder de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, con parte de la cúpula dirigencial.
Este hecho fue tan gravitante en el curso de la lucha, que se logró el punto de quiebre en cuanto a la lucha militar.
El mismo adversario lo entendió así cuando Guzmán escribió que con la captura de la cúpula se generó un problema de dirección política, porque estando presos los dirigentes, los que quedaban no tenían la suficiente experiencia política para manejar los nuevos y complejos problemas estratégicos que se presentaban en la coyuntura, entre los que estaban: ¿cómo entrar a la guerra de movimientos?, y ¿cómo transformar el Ejército Guerrillero Popular en Ejército Popular de Liberación?
Si bien la guerra contrasubversiva se desarrolla en el VRAE, zona donde conviven el terrorismo y el narcotráfico, esta lucha tiene sus circunstancias y carácter específicos. Los terroristas no son entes aislados: conviven con el narcotráfico y se retroalimentan mutuamente, están conectados a los senderistas presos, así como a los que manejan la línea internacional a través del trabajo proselitista que desarrollan en el extranjero con el ánimo de conseguir apoyo y logística.
Si existe voluntad política, valor y buena estrategia, se determina que el enemigo principal es el narcotráfico y se captura a dos o tres jefes de “firmas” de narcotraficantes en la zona del VRAE, el cuarto o quinto jefe de “firma” entrega en bandeja de plata a los camaradas José o Martín. O si se crea como delito autónomo el financiamiento terrorista y se agravan las penas, entonces se les cortará las venas logísticas a los terroristas.
No se observa que nuestros estrategas hayan encontrado respuestas a estas preguntas (¿quién es el enemigo principal?, ¿quiénes son nuestros amigos?, ¿cómo combatirlos?, ¿dónde se debe dar el punto de quiebre estratégico?, ¿cuál es el concepto de victoria?); lo único que se ha hecho es militarizar el conflicto, como sucedió en la década de 1980, y adoptar cada vez más la defensiva pasiva (guarecerse en los cuarteles o comisarías), dejando la iniciativa y los espacios abiertos a los terroristas y narcotraficantes.
La experiencia enseña que para combatir a SL en esa zona se requieren fuerzas combinadas de comandos especiales del Ejército, principalmente, con apoyo de inteligencia policial, la que más conoce a SL, así como de los Comités de Autodefensa que deben ser reorganizados y a los que se les deben dar nuevos roles, de acuerdo con la situación de la lucha, partiendo de un real estudio y conocimiento del enemigo.
Sendero no nació ayer; sus tácticas están escritas y son copias de manuales maoístas y las que desarrollaron durante las décadas de 1980 y 1990.
Lo mínimo que deben conocer las fuerzas militares que actúan en el VRAE es cómo operan los pelotones de SL: se mueven con rapidez, preferentemente en las noches, por senderos de animales, sin luces ni linternas, solo tocando el terreno con la culata del fusil; están entrenados físicamente, son delgados y ágiles, cuentan con un sistema de comunicaciones eficaz para interconectarse entre los pelotones (red móvil), y las fuerzas base y fuerza local (red territorial) tienen ojos y oídos en las zonas (pobladores que los mantienen informados sobre el desplazamiento y actividades de las tropas); dominan a la perfección y ensayan las tácticas de cerco contra cerco, conocen al milímetro cada pulgada de la selva y aprovechan las configuraciones del terreno; utilizan señales para unificar los oídos y los ojos de los integrantes de los pelotones para el desplazamiento el día y en la noche, preferentemente, y niños en contención y en la búsqueda de información, quienes se infiltran en los poblados, cuarteles o comisarías.
Nuestras fuerzas han sufrido duros reveses el año pasado y seguirán sufriéndolos si no se cuenta con una estrategia inteligente y no se cambia a los que dirigen la actual.
Nuestros estrategas deben evitar utilizar argumentos pueriles que no convencen ni a un niño de cinco años y son un insulto a la inteligencia, tales como: los ataques son respuestas a las arremetidas de cárteles de la droga mexicanos; se han recuperado las alturas del cerro Tincuya (como si al subir y dominar esta altura uno se fuera a encontrar con un pelotón); o los militares se quedarán hasta acabar con el último ‘narcoterrorista’.
En estos casos, solo cuando se vean heridos, muertos o armas incautadas a los enemigos y se los muestre a la opinión pública, solo en esos momentos, sostengo, podemos decir que estamos percibiendo la victoria y no que se la está “fabricando”.
Necesitamos generales o coroneles que hagan la victoria fácil; victorias sin batallas, que se sitúen previamente en posición de poder ganar con seguridad, imponiéndose sobre lo que ya han perdido de antemano.
Las imágenes del grupo terrorista que actúa en el VRAE proyectadas por el programa Punto Final del canal 2 confirman una sospecha: que los hermanos Quispe Palomino, conocidos como camarada Martín y camarada Raúl, tienen mentalidad mercenaria y son simplemente insurrectos errantes.
La mentalidad mercenaria (Selección de escritos militares de Mao Tsetung) se limita a combatir para destruir a las fuerzas del orden; su nivel político es bastante bajo, no comprenden el rol de la dirección política en el Ejército, sobreestiman el exceso de confianza en su fuerza militar y no tienen confianza en la fuerza de las masas, por lo que no se interesan en conformar Bases de Apoyo o Comités Populares, los embriones del nuevo poder.
Es frecuente que la mentalidad mercenaria exprese también ideas de insurrecto errante. O sea, elementos vagabundos que constituyen una proporción grande, tienen tendencia a ampliar su influencia política, no por medio de una labor tenaz para la creación de Bases de Apoyo y el establecimiento del poder de las masas populares, sino solamente mediante acciones guerrilleras móviles.
Las tropas con mentalidad de insurrectos errantes tienen la tendencia a engrosar las filas del EGP, y no siguen la línea de incrementar la fuerza base y local para transformarlas finalmente en fuerzas principales; solo toman el número de soldados, pero no la calidad, o incorporan niños o niñas, como se observa en las imágenes trasmitidas por un canal de TV.
El mercenario y el insurrecto errante, según los maoístas, están condenados al fracaso, y para superar estas limitaciones y deficiencias requieren urgente educación política y autocrítica en cuanto a sus ideas erróneas.
Por ello, las operaciones militares y de inteligencia deben estar orientadas a la captura de los dirigentes y cuadros principales del grupo terrorista liderado por el camarada Martín o el camarada José (Víctor Quispe Palomino), pero primero deben acabar con el narcotráfico en la zona, lucha que debe ser más fácil, pero que requiere voluntad política y sobre todo valor, porque a lo mejor un jefe de “firma” está vinculado a los niveles más altos del Gobierno.
La confianza de la población se obtiene con éxitos, triunfos, resultados concretos, porque a una lucha se va a ganar, no a dejarse matar.
Los políticos deben hacer su parte: adoptar medidas urgentes en temas de conexión vial, salud y educación; y los militares y policías deben orientar su esfuerzo a vencer, capturar las cabezas del terrorismo con inteligencia, aplicando el principio de “vencer sin luchar” (nada de desaparecidos, torturas, muertos).
Estamos próximos a las elecciones regionales y locales del 2010, y ésta será una excelente oportunidad para el enemigo, que intentará socavar las elecciones; por nuestra parte, será una excelente oportunidad para darle golpes duros al ‘narcoterrorismo’ capturando a sus dirigentes y cuadros principales.
Reitero: si existe una alianza entre narcotráfico y terrorismo, una táctica efectiva puede ser la captura de cinco cabezas de “firmas” de narcotraficantes y ellos mismos entregarán a las cabezas de los terroristas en bandeja de plata.
En el VRAE puede existir la intención de fortalecer las comunicaciones, construir carreteras y reparar caminos rurales, con la finalidad de que los pobladores saquen sus productos; pero nada de esto tiene valor si antes no se neutraliza a los remanentes terroristas y al narcotráfico que le sirve de apoyo logístico.
Lo importante en una operación militar es la victoria, no la persistencia. Nada de quedarse hasta terminar con el último remanente del terrorismo en el VRAE.
Si en dos años no da resultados, cambiar a todo el Comando por ineptos.
La persistencia o la prolongación de la lucha no es beneficiosa: un ejército es como el fuego: si no lo apagas se consumirá por sí mismo. Todos queremos la paz, pero cuesta alcanzarla y mantenerla.
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